Sábado 4 de marzo de 2023

Hola mi amor, llevo mucho tiempo sin escribirte, pasan los días y, aunque siento el deseo, parece no presentarse el momento nunca.

Cada día, tras acostarme, tengo largas conversaciones que pienso transcribir al día siguiente, pero desaparecen de mi mente durante la noche.

Aunque poco importa, tú o ya lo sabes o no lo sabrás jamás, en el silencio del dormitorio te cuento lo que he descubierto durante el día, las pequeñas cosas que han sucedido, es el momento de reconocer los errores, las falsedades, la hipocresía, es la hora de desnudarse y ver las manchas que el día deja en mi consciencia, o disfrutar de los puntos de luz que algunas veces aparecen.

Ya siento como he vuelto al punto de partida, la pereza vuelve a apoderarse de los días, la inacción se aloja en la zona de confort y anula algunos logros conseguidos en los últimos meses, aunque lo más grave (creo) es que me da igual, me importa una mierda, aun siendo consciente de ello, ni me importa ni me afecta, me sumerjo en la tranquilidad del aislamiento y nuevamente dejo que las horas y los días transcurran ante mí, sin mi participación ni mi intervención.

Es un tipo de inapetencia distinta a la que sufría antes, una indiferencia que quizás nace de una nueva caída, mas suave con menos daños, con efectos menos devastadores, aunque puede ser que ya haya agotado las energías reservadas para la lucha, puede que la energía que uso ahora esté mas destinada a la simple actividad mecánica, una energía que no aporta la potencia suficiente para afrontar tareas mas exigentes, de mayor consuno o de mayor duración.

La mecánica del hogar consume mucho menos, además de requerir menos intervención consciente, son tareas repetitivas, que se pueden hacer en piloto automático, consumen el día, pero apenas requieren esfuerzo, aportan tranquilidad y sosiego, revisten de normalidad cada minuto consumido.

Me siento nuevamente cansado, no falto de energía, sólo falto de deseo, de objetivo, de propósito, vuelvo a ser un vagabundo sin compañía y sin patria.

Sólo me apetece llorar, revisar nuestros recuerdos y abrazar la fatiga que el llanto aporta, pero no debo sucumbir, aunque apenas puedo combatirlo.

Te echo mucho de menos mi vida.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.

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