El dolor es infinito y la desesperación también.
Hola amor mío, es tan difícil continuar sin ti, siempre te digo lo mismo, pues no experimento cambio alguno que me lleve a pensar o sentir otra cosa.
Hoy, mientras recogía, he vuelto a ver los estuches de tus tres gafas, esas gafas con las que siempre apareces en las fotografías, esas gafas con las que siempre estabas tan hermosa, esas gafas que ya no hallaran nunca más tus bellos y luminosos ojos tras ellas.
Hoy vuelvo a sentir un dolor infinito, un dolor que jamás acaba ni remite, siempre al acecho, escondido tras cualquier objeto cotidiano, tras una canción, un olor, una prenda o cualquier rincón de casa, un dolor omnipresente que me arrebata el ánimo una y otra vez. Han pasado ya más de ocho meses y tu ausencia es tan inconmensurable como el primer día.
Hay veces que miro tus fotografías y siento un momento de alegría, pero inmediatamente es superpuesta por la pena y la aflicción, las bonitas fotografías son sustituidas por dolorosos momentos en lo s que sufrías tu enfermedad o pensamientos que me traen, al momento, el dolor que debiste sufrir y la resignación y entereza con lo que lo viviste, hubiese preferido que te quejases más, que perdieses la paciencia, que me gritases, que me pegases, que llorases igual que hacia yo a escondidas, deberías haberme contado todo, no reservarte nada, pero no lo hiciste, nunca en mi presencia. jamás te desmoronaste ni hablaste de morir, ni una sola vez. ¿Cómo pudiste ser tan increíblemente fuerte? por ti, por mí, por nuestros hijos. ¿Cómo puede alguien ser tan fuerte, tan consciente, tan admirable?
Así fuiste tú, hermosa desde el principio hasta el fin. un ser especial, una mujer excepcional, la compañera ideal. Nunca estuve a tu altura y jamás lo haré.
Lo siento amor mío.
Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.
