Domingo 14 de julio de 2024

Hola princesita, cuantas malas decisiones se suceden tras tu partida, no recuerdo que nunca nos haya ido tan mal cuando tutelabas nuestros días.

Pienso en ti, en tu forma de pensar, en la calma para analizar las opciones, el alcance de tu visión, la templanza para tomar las decisiones.

Supongo que estar en un ambiente cálido y tranquilo ayuda mucho a acertar, esto no me exonera de nada, pero cierto es que no vivo mi mejor momento.

Te echo tanto de menos…

Me mantengo en la dicotomía de avanzar o permanecer, una bifurcación con un cómodo banco donde esperar pacientemente la iluminación, me propongo, y a veces lo consigo, escoger un camino, pero por el momento prevalece el inmovilismo, todo se convierte en zona de confort y soy incapaz de romper las barreras que me impuse, inconscientemente, hace ya casi cinco años.

Es tan fácil ver la estupidez y el empecinamiento de mi comportamiento, pero tan difícil combatirlo, aún conociendo lo errado de la postura.

Quiero y no puedo, quizás sea el epitafio que figure en mi lápida, aunque no habrá lápida, pues no quiero que se conserven mis restos, pero podría ser el pensamiento de aquellos que asistan a mi despedida: “siempre quiso, pero nunca pudo”.

Un ser con ambos pies en una losa de hormigón, imposible de mover, imposibilitado su avance, con solo un movimiento practicable: la caída, hacia cualquier lado.

Entiendo que es más fácil vivir sin decisiones que convivir con las consecuencias de las que se toman, es más cómodo dejar que el tiempo transcurra que actuar en cada minuto de vida consciente, dejar que otros guíen y tomen decisiones que liderar la revuelta.

Sí, ser pasivo tiene muchas ventajas, es menos estresante, no hay que tomar decisiones ni asumir responsabilidades, hay que dar menos explicaciones, pensar menos, actuar menos, delegar más, desviar todo el peso hacia el resto. Aunque tiene un alto coste, emocional, anímico, social y personal, no puede haber lamentos por los resultado obtenidos, ni quejas por el camino recorrido, no se puede depositar expectativas propias ni plantear disconformidad con las de grupo.

Te echo tanto de menos, te lo he dicho ya tantas veces…

Me siento tan cansado…Solo surge el deseo de apalancarme en un rincón, permanecer oculto, inmóvil, pasar inadvertido y dejar que todo se apague tranquila y apaciblemente, la placidez del descanso, el aletargamiento de los sentidos, la inmersión en el olvido.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.