Martes 8 de noviembre de 2022

Hola princesita, acabo de terminar mi sesión de gym, una nueva sesión en solitario.

Me sorprendo pensando que, a pesar de mi necesidad, haya sido capaz de seguir entrenando cada día sin ti, durante más de tres años y medio, siempre solo, siempre roto, recordando cuanto disfrutábamos compartiendo las tardes, sin apenas gustarte, entrenando en el gimnasio de poniente, molaba un montón ir andando, cogidos de la mano, sin prisa, hablando de cualquier cosa, terminar y hacer alguna compra y volver dando otro largo paseo de la mano. Cuan simple y placentera puede ser la vida, con actividades tan inocentes, intranscendentales y cotidianas como estas.

¡¡El amor puede ser tan natural!!

Hoy vuelvo a estar cansado, noto como el temprano oscurecimiento de las tardes afecta a mi estado, la pronta falta de luz permite que mis sombras se apoderen de mi antes de que me venza el sueño, restando energía a mis actos y pensamientos, quitando vitalidad a mis sensaciones.

Hoy siento especialmente mi incapacidad de continuar, hoy noto con claridad como rechazo la posibilidad de recuperación, presiento esa lucha interna contra las posibilidades de la vida, me veo en esa batalla contra natura en la que casi prefiero ser derrotado a erigirme como el vencedor y obtener el botín de la regeneración.

Creo que es más fácil sentirse culpable y víctima que afrontar, de una vez por todas, que te marchaste para siempre y no fuimos responsables de ello ni tu ni yo, que nada pudimos ni podríamos haber hecho diferente para que el resultado hubiera sido otro.

Pero aceptarlo supone aceptar el derecho a continuar, a renacer, a revivir, a recobrar, a dar permiso para que suceda lo que pueda suceder, a bendecir cada nuevo don que se pueda recibir, a perdonar la supervivencia.

Cierto es que es más fácil aceptar la culpa que luchar para librarse de ella, aceptar el dolor que combatirlo activamente, permanecer quieto en la oscuridad antes que andar buscando la luz o fabricándola uno mismo.

La pasividad siempre ha necesitado menos esfuerzo que la actividad y vivir hacia dentro es más sencillo que hacerlo hacia el exterior.

Peor aún es reconocer todo esto y no actuar, tener los medios para combatirlo y decidir no usarlos, comprender que es un error y no querer corregirlo.

Que locura poner barreras a tanta belleza como existe en este mundo, levantar barricadas para que nada ni nadie tenga la capacidad de corregir o modificar el camino incorrecto que tomé hace tanto tiempo ya.

A pesar de todo, puede que algo haya cambiado, a pesar de mí, puede que sea un cambio minúsculo, casi imperceptible, pero puede que una grieta haya aparecido en esa barricada.

Hay días en que cierta felicidad fluye a mi alrededor, me dejo seducir e invadir por ella, navego en ella y la comparto y saboreo.

Aunque, también creo muchas veces que todo esto que te cuento no son más que historias que me invento, que ayudan a sostener el estado en el que, quizás, deseo vivir. Puede que mi cordura este dañada o puede que también sea otra historia más.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.