Miércoles 16 de marzo de 2022

¡¡¡Feliz cumpleaños princesa!!!

Hoy hemos ido a celebrar tu cumple sin ti, todos hemos estado de acuerdo, aunque nadie te haya mencionado, nadie haya hecho un brindis, nadie haya sacado algún recuerdo sobre los cumpleaños en los que presidías y escogías el lugar para celebrarlo.

Ha sido un cumple desvaído, un homenaje sin menciones ni reconocimientos, mas bien una rutina que no hemos querido abandonar.

Aun así, creo que merece la pena, mantener una tradición que tanto placer trajo y que siempre era bien recibida.

Quizás el año que viene hagamos algo más formal, quizás alguno sea más valiente y no tema las lágrimas o puede que incluso provoque algo de alegría,  trayéndote al presente sin miedo y con alegría.

Como siempre un discurso plagado de quizás, deseos no verbalizados que la esperanza mantiene activos a pesar de su futilidad.

Ayer en la ducha pensaba en el día de hoy, pensaba en el día de tu partida, recordaba tu marcha, tus últimos segundos de consciencia.

No pude reprimir la angustia y el llanto, de la misma forma que no pude dejar de pensar como era posible que la humanidad permitiese que una persona muriese, ayer no comprendía nada, no aceptaba un final impuesto, pensaba en como te sentirías esas últimas horas, cuando la inevitabilidad del destino se cernía sobre ti, cuando llegaron esos últimos segundos, en los que eras obligada a abandonar tu vida, tu familia, todo lo que habías construido durante 50 años, todo aquello que había dado sentido a tu vida y lo que, a veces con sufrimiento y a veces con placer, habías experimentado durante todos esos años.

El culmen de tu vida, una muerte angustiosa y desapacible, una despedida dolorosa e injusta.

Yo contribuí a ello, mi cobardía, probablemente permitió que asumieses mas dolor del que te correspondía, creí actuar como un buen marido, un buen compañero, pero me quede muy corto, cometí demasiados errores, infinidad de omisiones, demasiados minutos que me los dedique a mi en lugar de estar a tu lado, demasiados silencios piadosos, demasiadas respuestas omitidas, escasa comunicación y nula empatía.

Podría haber hecho que fuesen días que merecieran la pena ser vividos, recordados y almacenados con cariño, muchos ratos para rememorar, mucho tiempo para seguir compartiendo cosas, proyectando, amando…

Han quedado tantos besos sin entregar, tantos te quiero sin decir en voz alta, tantas sonrisas atascadas tras unos ojos lacrimosos, tantos abrazos vacíos…

Veo con tanta claridad ahora, lo que pude haber hecho, el comportamiento que debí tener, el trato que pude haberte dispensado, la presencia útil que podría haber sido…

Ahora tengo el conocimiento que me faltó entonces, como es habitual, tarde para disponer de él, absolutamente inútil, como mi propia vida.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.