Hola preciosa, he de esperar un poco antes de meterme en el gym, ya sabes, terminar la digestión para poder aguantar lo que venga.
He dejado el robot trabajando, así que puedo dedicar unos minutos a contarte como está siendo la semana, no porque haya ocurrido nada en especial, sino porque creo que estamos juntos poco tiempo, estoy dándole vueltas a ver como corregir esta situación.
He estado viendo cuadernos de tipo diario y libros en blanco y creo que ese será el camino, ahora mismo va en cabeza una agenda de restaurante que es discreta, elegante y tiene las paginas fechadas, dos paginas por día, la he visto un par de veces en El Corte Inglés, es un pelín cara, pero si se pone a tiro en las próximas semanas, será un canal genial para fortalecer nuestra relación.
El invierno, con los días tan cortos, será de recogimiento, así que pasando tantas horas en casa habrá que gestionarlas bien, para no volverme otra vez un viejo gruñón.
Dejaré las horas de luz para las labores de casa y el resto de la tarde lo dedicaré un rato a la escritura y otro al ejercicio, tampoco son tantas horas, pues la cocina lleva un buen rato, apenas 4,5 horas para distribuir entre las 3 ocupaciones, ama de casa, deportista y escritor enamorado.
La semana ha sido, como casi siempre, intensa pero tranquila, esta paz y calma que me invaden me mantienen en un constante trance de tolerancia y empatía, lo que me permite convivir en cierta armonía con los que me rodean.
Es curioso, pues es una sensación apenas apreciable, solo a veces lo percibo, mas bien como una ralentización del tiempo y las acciones, como si fuesen mas lentas y menos urgentes, se hace el mismo trabajo, pero sin sensaciones de agobio o premura, a pesar de que siempre lo hay, ya sabes como es este trabajo, exigente y urgente, pero a pesar de ello, incluso ahora mientras escribo, el tiempo carece de cuerpo, de valor, se ausenta y deja de afectarme, como si transcurriese en otro plano
Si no fuese por el hambre que paso a casi cada hora no sabría ni la hora en la que vivo.
De todas formas, es una sensación agradable, ayuda a continuar, estabiliza las emociones y redondea sus aristas, tiene una capacidad relajante o quien sabe, quizás sea al revés, he conseguido relajarme y la consecuencia directa haya sido alcanzar esta paz que intento describirte.
Jiji, mis paradojas y yo, ambos incomprensibles, ambos indefinibles.
Bueno, es viernes, estamos todos en casa, bueno todos en la ciudad, pero eso me consuela, saber que están cerca, aunque no los vea, también aporta una tranquilidad preciosa.
El día pronto terminará, un día más en el paraíso, un día más sin ti, te echo mucho de menos, noto mucho la falta de todo lo que tu me dabas, algunas cosas son necesarias para vivir o sobrevivir, pero otras son prescindibles, aunque hermosas si se tienen, pero cierto es que prácticamente lo he perdido todo, ahora que el dolor ha cambiado de estado, se dejan ver esas carencias, se dejan añorar y ocupan parte de mis pensamientos, quitándote presencia y reclamando atención.
La verdad no les hago apenas caso durante el día, pero cuando éste toca a su fin surgen como pájaros nocturnos, haciendo presa en mi y anidando en mi cabeza, son otro tipo de dolor que viene a compensar o sustituir el que se ha movido o cambiado.
Pero es un mal menor, es algo asumible y controlable, si puedes controlar el hambre y la ira, puedes llegar a controlar casi todo.
Este nuevo yo, tan distinto del visceral yo anterior, tolera mejor esta triste existencia que se ha establecido de forma permanente, vuelve a ser una sensación extraña, una sensación de vivir prestado, de gastar un tiempo que no me corresponde, por lo que haga lo que haga con él afecta en menor medida, es menos intenso, menos colorido, menos vívido.
Ya son las 18.00h, una buena hora para sudar un poco. Te dejo pues, con la firme promesa de volver mañana, espero no olvidarlo.
Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.
