Hola vida mía, un nuevo y largo fin de semana superado, aunque no tiene ningún mérito, ese dolor vivo y lacerante que fue tu muerte se ha ido mitigando, se ha ido reduciendo, ya no está tan superficial y al alcance de lo cotidiano, cierto es que no hay minuto en el que no te añore, o tarea en la que no te vea, o lugar en el que no sienta tu presencia, sí, permaneces conmigo todo el día, pero ahora no es una ausencia asesina, no es un continuo apuñalamiento a mi corazón, ha mutado a una presencia tenue, a un acompañamiento cariñoso y suave a una desazón conocida, a un misterio resuelto, sí, ahora formas parte de mi ser a otro nivel, ahora eres una parte indivisible de mí, un miembro fantasma, presente pero no visible, perceptible a los sentidos aunque no a la vista.
Sí, en este largo fin de semana, de nuevo, ha habido revelaciones, este fin de semana he pensado en nosotros en pasado y en mi en presente y futuro, he consolidado el dolor permanente, he verificado tu presencia inalienable, he acordado que no te sacaré jamás de mi vida, obviamente porque no quiero, pero también porque deseo esa presencia cálida, dulce y preciosa que te representa en mi mente.
Este fin de semana, vuelvo a aceptar que te has marchado definitivamente, vuelvo a concienciarme de que así es y así será siempre, pero a la vez pienso en mi como algo vivo, con necesidades, con opciones aun sin definir, con objetivos aun sin buscar, con cualidades humanas que me hacen imperfecto y ansioso.
Sí, sigo siendo una persona viva, aunque sea solo un poco, pero esa parte viva ahora reclama atención, recuerda necesidades olvidadas o arrinconadas violentamente, esa parte viva que te siente y añora, también detecta que hay carencias que quizás haya que cubrir, quizás insinúa que hay deseos que deban ser mirados de frente y ser afrontados con valentía, esa parte viva reclama y reclama con fuerza.
Esa ha sido la revelación, ahora tengo que ver que hago con este nuevo conocimiento, como enfrento esta nueva etapa, como concilio una vez mas mente y corazón, como combino culpabilidad y necesidad, como compatibilizo vida y muerte.
Ahora, cuando he percibido esta nueva realidad, deberé adaptarme a ella como a las otras que han ido surgiendo tras las anteriores, debo buscarle un sentido y una forma de encajarla, darle forma si es posible o desecharla cuanto antes si no es viable.
He de enfrentarme a lo que más miedo me da, he de mirar a la vida a los ojos, quizás hablarle, quizás relacionarme con ella, quizás disfrutar de su compañía, no me parece que vaya a ser una tarea fácil o agradable, pero ya no quiero mentirme más, debo afrontar esta nueva realidad con honestidad, debo tratarme con honradez, debo entenderme y dominar mis demonios.
No sé cómo lo haré, aunque hay muchos aspectos que lo harán, probablemente, más fácil, mi dificultad y mi negativa a las relaciones con los demás ralentizarán el proceso, permitiéndome vivirlo despacio, sin agobios, sin ansiedad y posiblemente volviendo caducas y obsoletas algunas necesidades.
Me da mucho miedo decirte lo que esconde tanta palabrería casi vacía, casi sin sentido, pero aun sabiendo con total nitidez lo que siento, es una cruel garra que sujeta mi mano e impide transcribir lo que siento, me asusta decirlo en voz alta o escribirlo, siento pavor solo de pensarlo.
Te echo tanto de menos princesita…
Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.


