Domingo 11 de julio de 2021

Una huida continuada.

¡Hola vida mía!

Que difícil se me va haciendo sentarme frente a ti, a pesar de ver todos los días tus fotografías, distribuidas por toda la casa, verte frente a mí, sonriendo y mirándome a los ojos mientras escribo, me perturba, me causa desazón y una extraña sensación difícil de identificar.

Tengo tantas cosas que contarte, pero se tarda tanto en hacerlo, en ordenar mis pensamientos, en buscar las palabras, en ser lo más fiel posible…

Sabes que siempre me gustó escribir, aunque jamás tuve talento para algo mas que una carta, un poema o una canción de amor desesperada; siempre he buscado enriquecer mi vocabulario, para mejorar mi expresión y no repetir las mismas palabras una y otra vez, pero describir lo que uno siente, eso es especialmente complicado, hay que tener una lucidez de la que yo carezco.

Ayer, no recuerdo exactamente que estaba haciendo, es curioso, me envié un mensaje para recordármelo, pero ya olvidé el contexto, pensé que me encuentro en una eterna huida, como un fugitivo, siempre agazapado, manteniendo el anonimato, permaneciendo al margen de todos y todo, sin crear o entrar en conflictos, hubo un momento que identifiqué perfectamente mi actitud actual, una actitud de huida, de escape, de poner la otra mejilla y seguir hacia delante.

Inmediatamente tomé mi primera decisión para cambiar eso, decidí, no se si para mucho tiempo, dejar de huir, pararme, girarme y plantar cara, tomé mi primera decisión y actué sin vacilación.

Después de contarte tantas veces que no mantengo mis decisiones, no hay muchas esperanzas de que pueda sostener el cambio de rumbo el tiempo suficiente para conseguir algún cambio notable, pero te lo cuento y así quizás sea capaz de adquirir firmemente el compromiso y mantenerlo, aunque no sea constante.

Quizás ahora permita más cambios, la rotundidad de tu marcha ya no admite discusión alguna, creo que mi mente ya lo va asimilando, lo vemos de una forma distinta, menos cruenta, aunque igual de triste, el filo del dolor se embota y golpea, pero no corta.

Este cambio parece que afloja la presión interna que siempre me embarga y sobrecoge, que me impide ver opciones o tomar decisiones, parece que este debilitamiento deja circular más la vida por mis venas, una vida gris y nublada, pero quién sabe en que puede desembocar, no por acción, pero tal vez sí por omisión.

Los días son demasiado largos y calurosos, esto impide mi intensa actividad diaria, pues me resta mucha energía y me obliga a permanecer protegido del calor que tanto he odiado siempre y que ahora añade un componente mental al desgaste físico.

Pienso mucho en la persona que soy ahora, ayer me reprendía, por cuasi sacar un lado positivo a tu muerte, es obvio y rotundo que no hay absolutamente nada bueno o positivo en tu muerte, el cambio que tu partida ha provocado en mí, no es algo bueno o malo, tan solo es una mutación más, una evolución, una adaptación, la necesidad agudiza el ingenio y tu ausencia me arroja al primer plano, hay que cubrir todo aquello que tú hacías y no hay más candidatos, así que me he adaptado y te he tomado el relevo.

Pero al margen de esto, también pensaba que si puedo ser esta persona ahora, también podría haberlo sido estando tu viva, de haberlo hecho antes, habríamos disfrutado mucho más, te habrías sentido muy orgullosa de mi y yo habría flipado con tus sonrisas y caras de asombro y satisfacción, ahora no aporta ningún tipo de satisfacción u orgullo, porque no ha sido un cambio pretendido, voluntario o altruista, ha sido una imposición y en muchos casos una egoísta elección, por el simple hecho de ocupar mi tiempo y alimentar mi victimización por la gran pérdida sufrida, algo más que sumar para desatar compasión en los demás.

Tengo tanta necesidad de hablar contigo, de estar juntos unos minutos, de pasear juntos, de cogernos de la mano y charlar de cosas intrascendentes, como cuando íbamos o volvíamos dal gimnasio, me gustaría tanto recuperar esos largos paseos…

Creí que hoy no lloraría, pero es irremediable, cada vez estoy más viejo y débil.

Te quiero mi niña, mi princesita, mi amor.

Miércoles 7 de julio de 2021

Hola vida mía, el tiempo transcurre sin cambios sustanciales o relevantes, cada nuevo día es idéntico al anterior, amanece y se reinicia el deseo de que acabe pronto. Estos días tan largos se hacen aún mas interminables, parece que la oscuridad temprana ayuda a anticipar el sueño, mientras que el alargamiento de luz diurna lo retrasa sensiblemente, no obstante es preferible anímicamente un día cálido y luminoso a uno frio y oscuro.

Estos días, cuando, a causa del intenso calor, me quedo inmovilizado en el sofá o la piscina, pienso mucho en los veranos que pasamos juntos, las largas tardes en la piscina, lo agradable que era el baño juntos, lo mucho que disfrutaba paseando dentro del agua colgado de ti o tu abrazada a mi espalda, como un dócil tiburón y su rémora. Echo de menos el contacto físico en el agua, echo de menos las conversaciones insulsas y triviales de hamaca y fruta fresca, echo de menos leer contigo a mi lado hablando con mi hermana o jugando a las cartas con la niña.

Esos momentos intrascendentes son sumamente valiosos, mucho más de lo que aparentan unas escenas de vida familiar y festiva, esos instantes eran el sustento de la felicidad, eran el ingrediente perfecto para cocinar una vida rica y plena, eran momentos de ternura y amor ,sin filtros ni objetivos ocultos.

Echo tanto de menos levantarme y desear hacer algo, esperar que llegue la hora de volver, para encontrarte y hacer lo que fuera o consumir nuestro tiempo en cosas absolutamente nada importantes.

Te echo mucho de menos y aún no hay nada que consiga devolverme a la vida, a veces porque no quiero, otras porque no puedo y la mayoría de las veces por falta de estímulos.

Tengo claro que este estado civil, de nombre tan horrible, es un estado emocional, que se puede convertir en un atributo personal permanente e igual de horrible que su nombre.

Me gustaría darme permiso, ser parte activa en mi recuperación, si ello fuera posible, a veces incluso veo opciones y acciones para escoger y realizar, pero mi voluntad es volátil y voluble, quizás sea también un estado pasajero, de duración indefinida, pero que podría tener fecha de caducidad, por mis decisiones o por la interacción con otras personas, pero en mi situación actual puede ser  muy difícil, si no imposible.

Deben cambiar tantas cosas, sobre las que no tengo control alguno, que la recuperación que, en momentos de calma espiritual veo como posible , cuando la cotidianidad sigue su curso se vuelven inalcanzables.

A veces es más difícil capear un día tranquilo que un día de arduo trabajo, disponer de tiempo para pensar se convierte en un odioso pasatiempo imposible de eludir, mantenerme ocupado alivia esa presión mental que me angustia tanto y que a nada conduce, pensar y darle vueltas a todo solo por aburrimiento y nula capacidad de resistencia.

Estoy siempre tan cansado que supongo que esto debilita cualquier tipo de barrera, escudo o defensa que pudiera usar para no caer en esos bucles destructivos, de pensamientos y conversaciones simuladas.

La autocontemplación y el diálogo interior, sin el debido entrenamiento y control, son indudablemente perjudiciales para la salud mental, al menos para la mía.

Me encuentro cansado, perdido y sin un objetivo que dirija mis acciones y focalice mi actitud, lo sé, lo acepto, lo comprendo, incluso siendo conocedor de todo me veo incapacitado para resolver algo, o ir provocando pequeños cambios que pudieran llevarme a otro lugar.

Todo acaba volviendo al mismo punto de partida: TENER UN OBJETIVO POR EL QUE HACER LO QUE SEA NECESARIO PARA CONSEGUIRLO, si no busco lograr una reacción no puedo emprender ninguna acción.

Tan simple y tan alejado de mis posibilidades.

Puede que la edad sea también un severo inconveniente, el haber rebasado ya el punto de plenitud de capacidades de toda índole, con el consecuente inicio del descenso hacia la decrepitud y la consunción, restan claramente vitalidad a todas mis acciones, aunque solo sea buscar excusas donde no las hay.

La soledad se retroalimenta y se  vuelve voraz con su crecimiento y, aun sabiéndolo, no tengo ganas de luchar contra ello, sé que podría hacerlo, pero… para qué, nadie me espera ya.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.