La Navidad eres tú.
Hola preciosa, han pasado demasiados días sin pasar a hablar contigo, aunque no es del todo cierto, pues hablo contigo a diario, esas conversaciones mentales en las que seguimos hablando cada día y cada noche, pero no me centro igual, si no lo escribo, la conversación termina pronto, pues siempre hay interferencias que secuestran mi mente, ya sabes lo que me cuesta concentrarme, así pues, la escritura consigue focalizar esa atención huidiza, que con facilidad se escurre a través de mi sumidero mental.
Preciosa, que bonita forma de llamarte, una palabra que ya es agradable al oído y hermosa en la mente por las imágenes que asocia, tu sonrisa, tus ojos, tu rostro luminoso.
Sí, preciosa te definía muy bien, pues todo era bonito y hermoso en ti, lo que se podía ver y lo que se podía intuir o apreciar estando contigo.
Estar contigo, una definición sencilla de la felicidad, con que simpleza podría haberte explicado el significado del objetivo de todos, pero que realmente pocos persiguen conscientemente, o mejor dicho que pocos aceptan abiertamente, porque es más fácil perseguir cosas materiales, adquiribles con papel o algo de metal, mucho más fácil que trabajar denodadamente para alcanzar un estado de gracia, que implica poner mucho empeño y demasiada energía, sobre todo sin con unos simples sucedáneos (posesiones) podemos emular dicho estado.
La vida no es simple a pesar de parecerlo, pero si nos limitamos a navegar por la superficie, o cerca del borde, podemos eliminar muchas complejidades y vislumbrar la felicidad, lo que puede ser suficiente para muchos, o lo único a lo que aspirar para otros.
Pero cuando la pierdes… ah, eso si es jodido, aunque depende de lo que realmente hayas perdido, que posibilidad o capacidad de recuperarlo o restaurarlo tengas, porque si es la muerte quien te la arrebata, ay princesa, ahí has perdido, ahí no quedan opciones, porque cuando es la muerte la que te arranca tu felicidad, ese muñón es imposible de restañar, esa herida ya jamás curará, esa brecha jamás cerrará, esa nueva oscuridad que te envuelve ya jamás se desprenderá.
Mi preciosa niña, te echo tanto de menos…
El tiempo sigue pasando, las fechas pasan ante mí, sin impregnarme, al contrario, parecen ir gastando y mermando mis emociones, inmerso en una muerte emocional, que solo deja espacio para respirar, para moverme, para hacer todo lo que sea necesario, para convertirme en un autómata perfectamente programado, un cascaron insuflado de una pseudovida artificial, basada en el desempeño y ejecución de funciones.
Este estado lamentable del ser me posee cada día y me pasea indolente ante tus fotografías y tus recuerdos, me permite fijarme en ti con una extraña añoranza, mas dolorosa por lo impersonal que se va volviendo que por el daño infligido, se convierte en una herida de labios retraídos y cauterizados que no cierra, pero aun rezuma hiel.
Prefería mil veces el dolor y la conciencia descarnados, antes que esta sensación de vacío, de atemporalidad, de desapego que me permite continuar con un simple encogimiento del alma.
El alma, que palabra mas bella y que poco significa, que es el alma sino la suma de todos esos criterios que conforman nuestra conducta, que hacen lícitos nuestros deseos y aspiraciones, todo ese pensamiento secreto que rige nuestras decisiones y nuestros actos, que no siempre tiene el control, pero que cuando lo hace o se lo permitimos, nos suele convertir en mejores personas, pero todo esto es mentira, no hay alma, no existe esa parte etérea e idealizada del ser humano, el ser humano es un animal más, muy sofisticado, muy complejo y muy extravagante, que permite que se añadan nuevos elementos a su instinto, creando el albedrío, convirtiendo la toma de decisiones en algo voluntario y razonado, no necesariamente para la satisfacción de una necesidad, sino para la consecución de un nuevo objetivo, el deseo, algo antinatural que ha provocado la separación de nuestro camino del de la naturaleza animal, regido por el instinto.
De nuevo desvarío, los fines de semana son demasiado largos, los días sin ti son infinitos y mis capacidades son demasiado limitadas para un horizonte tan vasto, divagar ayuda a recortar y parcelar ese horizonte, o quizás no, quizás simplemente mi mente es la que es, la que aparenta ser, la que ejecuta lo que es capaz de ejecutar, la mente enferma de un cuerpo enfermo, Porque ¿Qué es una persona sin deseos? Un animal vestido de persona, algo que no encaja en la sociedad, un animal sin especie, un humano sin tribu, un ser solitario e inútil.
El caso es que hoy no quería hablarte de esto, solo quería encontrarme un ratito contigo, sentirme triste y llorar un rato, pasear de tu mano, sumido en los recuerdos, recobrar algo de aquellos sentimientos que me hicieron humano, mirando tus imágenes, sintiendo la angustia de la soledad, pero ni de eso soy capaz.
¿será la navidad? ¿será la mutación del dolor? ¿quizás la aceptación?, quizás sea todo o quizás no sea nada, esta puta manía de buscar explicaciones a todo me agota y desespera, la búsqueda de respuestas crea más pregunta que las que responde, pero aquí sigo, tropezando una y otra vez con el mismo obstáculo, la vida.
La navidad está encima, esa época en la que te esmerabas en cambiar la casa, en impregnarla de ese “sentimiento navideño”, que te generaba dosis extras de energía, que te aceleraba, que ensanchaba tu sonrisa y aumentaba tu paciencia, que sumaba horas de trabajo sin que afectase a tu alegría.
La navidad, ¡¡te esforzabas tanto en algo que nadie apreciaba!!, le dedicabas tanto esfuerzo, esperando que ayudase a crear ese ambiente hogareño, de amabilidad, de paciencia, de generosidad, de entrega, para tras
tanto trabajo nadie lo valorase adecuadamente…
Buscar el mejor lugar para montar el árbol de navidad, hacerle un hueco, adornarlo con esmero, iluminarlo, añadir cada año algo nuevo que lo dotase de una identidad distinta, luego desembalar el nacimiento, crear una escena real y bella, con sentimiento y credibilidad, ¿para qué? ¿para quién?
Siempre lo hacías por la familia, traías la navidad a casa, sin saber que la navidad eras tú, que tanto esfuerzo realmente solo te desnudaba y nos dejaba ver tu interior, para que percibiésemos esa luz que siempre llevaste dentro, para que nos iluminases con tu bondad y tu alegría.
Lo siento amor mío, la navidad salió de casa contigo y no sé si volverá alguna vez, no lo creo, pero tampoco me importa, pues nada me importa una mierda, y la navidad, ciertamente, murió cuando lo hiciste tú.
Nos vemos pronto preciosa, nos veremos pronto.
Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor, mi estrella de navidad.
