El tiempo es eterno.
Hola princesa, han pasado mas de 13 meses desde que te marchaste, puede parecer mucho tiempo , pero no lo siento ni mucho menos como algo lejano.
Lo pienso y me bloqueo, 13 meses viviendo sin ti, sin verte cada día, trece meses de continuo desafío a la cordura, trece interminables meses.
Una vez más, solo y arruinado por el dolor, no sé qué hacer con mi malhadado tiempo: limpio, cocino, veo la tele, vuelvo a limpiar, vuelvo a cocinar, vuelvo a ver la tele, pero el día transcurre a cámara lenta, me hace falta tiempo para hacer todo lo que debo y sin embargo me sobra cada segundo que transcurre en soledad; me duele la garganta, me escuecen los ojos y no hay nada que consiga alejar mi pensamiento ni un instante de ti, no hay nada que mitigue esta angustia permanente; el tiempo se vuelve eterno e infinito, se ralentiza y alarga cada día, convirtiendo cada minuto en un agujero insondable imposible de escalar.
Cualquier domingo a esta hora (16.30h), estaríamos tumbados en el sofá, cómodamente enredados, yo seguramente sesteando y tu viendo alguna de tus series, algo anodino y sencillo, ahora un lujo al que nunca volveré a tener acceso.
Los días son interminables y tu ausencia inabarcable, inconmensurable y de ninguna manera soportable.
Me siento a escribir porque no veo alternativas, solo deseo tumbarme, dormir un rato y que el tiempo pase por encima de mi, sin tocarme, como una rápida nube que me sobrevuele sin verter una gota de lluvia, anónima y silenciosa, pero no puedo, lo único que deseo es lo único que no puedo hacer.
Un leve descanso ahora y la noche se volvería infinita; hay que agotar cada segundo de cada día, de forma consciente, de forma presencial, dejarme sucumbir al sueño durante el día sería entregarme indefenso a la noche infinita, la que no perdona, la que se regodea en el insomnio, la que retiene los segundos y retrasa el sueño, la noche es mi peor enemiga, la pesadilla de los débiles, es la hora en la que sucumbimos a aquello que a duras penas mantenemos a raya durante el día, aquello que asoma continuamente a mi consciencia apenas rozándola, como un movimiento subrepticio en el limite de mi campo de visión.
La noche solo me acompaña con su soledad, su silencio y sus duros pensamientos, la temo y la necesito, pero debo llegar rendido a su encuentro, llegar fuerte significa una larga, costosa e infructuosa batalla.
La noche siempre llega cargada de dolor, de culpa, de arrepentimiento, viene bien pertrechada, dispuesta a disolver la poca humanidad que voy reuniendo durante el día, presta a hurgar en las heridas, a retrasar el bálsamo del sueño, a concentrar y potenciar el oscuro veneno de la soledad.
La noche es invencible, es el enemigo imbatible.
La noche… la noche soy yo.
Se acaban las vacaciones de verano, por fin. No han sido días gratos, no han generado bonitos recuerdos, no han servido a su función ni han aportado nada valioso. Nuevo tiempo malgastado, tiempo dedicado a ver crecer la hierba, un periodo fútil e inútil.
Cuantas cosas habríamos hecho juntos, cuanto habríamos disfrutado de un tiempo exclusivo, para nosotros, nuestros hijos, nuestros amigos…
Estos días recluido en casa, casi he sentido que andabas por otras habitaciones, inmersa en tus/mis quehaceres, a punto de encontrarnos en el siguiente pasillo, a punto de oírte llamándome para echarte una mano en lo que anduvieras haciendo, que crueldad tan grande, sentirte a la vuelta de la puerta y a la vez saber que era imposible, que solo se trata de un nuevo juego maligno de mi cerebro, el picor en el miembro amputado, sabes que ya no está y aún así lo sientes tan real!!!!. Puto resto de vida.
Ya pasó la era de la división de las jornadas, los meses o las épocas, las horas se han vuelto lineales, planas, iguales las unas a las otras, sin divisiones, sin jalonar, sin diferenciar.
La vida se ha vuelto un continuo deambular sobre una línea recta pintada en un folio blanco infinito, sin paisaje, sin distracciones, sin nada… sin ti.
Como no, hoy un día mas en el paraíso.
Te amo mi niña, mi princesa, mi amor.
