Sábado 22 de agosto de 2020

La ridícula idea de no volver a verte

Hola amor mío, sigo aquí, aunque apenas te escriba, aunque apenas respire, aunque casi ni viva; sigo aquí con la continua sensación de que pronto despertaré de este amargo sueño.

Sé que te gustaría saber que hace unas semanas recibí/mos un bonito regalo, de una persona hermosa, no podría asistir a la misa del primer aniversario de tu partida, así que decidió acompañarnos, escribiéndonos unas tiernas líneas, a tí a y a mí, acompañándolas de un libro «la ridícula idea de no volver a verte», que buena elección!!! Una concentración de sentimientos brutal en un titulo tan mundano y un contenido que, si supiese escribir, lo habría podido escribir yo mismo.

«La ridícula idea de no volver a verte»: con que facilidad expresa esta sensación continua de irrealidad, de incredulidad, de mareo, de vaivén emocional imposible de conciliar con la vida.

Sí, un título simple para un contenido complejo. Una tarea difícil, completar una obra cuando el título ya es algo maestro.

No me quito la frase de la cabeza, permanece clavada en mi cerebro, se ha convertido en mi bandera, en mi grito de guerra, en mi lamento, expresa una profundidad… encierra un conocimiento que, probablemente, solo los que estamos sumidos en el doloroso trance del duelo por la pérdida de un gran amor, alcanzamos a vislumbrar.

Lo leí en dos días, me identifiqué rápidamente con lo que contaba la autora, con casi todo lo que expresaba con una sencillez y brillantez increíble. Es curioso, me consoló leer a alguien que comparte unos sentimientos casi iguales a los míos, parecía estar inmerso en un dialogo, en lugar de realizar una lectura, pensar que lo que leía había sido escrito para mí, que alguien hablaba directamente a mi mente y me contaba mi propio sufrir.

Me sentía como si ella (la autora) y yo fuésemos dos deportistas de elite, compartiendo las sensaciones de un duro entrenamiento, unidos por un sentir común, hablando el mismo idioma universal del dolor.

Hubo una empatía total, pensé incluso escribirle, para darle las gracias, por lo que había hecho por todos nosotros, los que no somos capaces de poner una letra junto a otra, una palabra tras otra, crear frases, expresar y plasmar, con la sencillez con que ella lo hace, el sentir de estos abandonados e incomprendidos que somos las parejas supervivientes.

Ha sido mágico aunque efímero, no obstante mi memoria me permitirá leerlo en unas semanas y volver a sentir que alguien me comprende, que a alguien no le parece un tema tabú, algo de lo que se puede hablar y no necesariamente con un profesional, aunque sea una ficción, un camino de una sola dirección, pues no hay diálogo real con la otra persona

Pero yo, a diferencia de la autora, no puedo separarme de todo aquello de lo que tú te rodeabas, aún tengo toda tu ropa en tus perchas y cajones, sigo usando esa vajilla y esa cubertería incompletas y gastadas, porque soy incapaz de desprenderme de algo que compartimos tantos años, jamás podré abandonar nuestra casa, salvo cuando me dirija a mi última morada.

Los fines de semana siguen siendo terribles, las noches, todas, son insoportables, nada sirve, nada ayuda, tengo que ocupar el tiempo como sea, con lo que sea, salir a hacer cosas a la calle, aunque sea una hora, tu presencia es tan fuerte en nuestra casa, en las obligaciones que ahora recaen en mí… este vacío, esta ausencia en la que te has convertido, ese trozo que falta de mí, parece crecer, tiene un hambre infinita, se alimenta solo, puede que de mi desfallecimiento, de mi apatía, de mi no sentir, es un enemigo imbatible.

Te echo tanto de menos!!!.

Sabes que todas las noches tengo que recitar los cariñosos nombres con que te llamaba, como una oración de cabecera. Debo dedicarte mi último pensamiento antes de cerrar los ojos cada final de cada día, hay veces que me arranca sollozos, otras veces tan solo amargura y las menos una sensación de soledad absoluta, la sensación de ser el ultimo hombre vivo.

Aunque nada de esto importa, solo somos dos motas de polvo en el universo, a ti te arrastró un cometa lejos de mí y yo seguiré vagando por esta fría oscuridad, hasta que ese mismo cometa pase de nuevo y cierre el ciclo arrastrándome también a mí.

Te quiero amor mío, mi niña, mi princesa, mi amor.

Lunes 10 de agosto de 2020

Hola amor mío, hoy es un día extraño, la noche ha sido especialmente larga e infructuosa, apenas he pegado ojo, aunque no ha sido por la fecha, o al menos no conscientemente.

Me he levantado con el recuerdo de que te quedaban dos horas de vida, que más tarde en la oficina, cuando estuviese haciendo mi trabajo tu fallecerías otra vez y de nuevo te marcharías para siempre, un nuevo día de mierda en una ya vida de mierda.

Hoy no es un día especial, no se distingue gran cosa de los otros 364 que le precedieron, salvo por la aceptación, la asunción y la certeza de que es verdad, es verdad ya no estás aquí conmigo, ya no me darás nunca mas tu mano para salir a pasear, no, ciertamente ya no harás más las miles de cosas que hacíamos juntos, hoy escucharé la última risa que me enviaste por WhatsApp y disfrutaré de ella como tantas veces lo he hecho este último año.

NO, hoy no es un día especial, no es una conmemoración agradable, tan solo es otro día sin ti en una vida sin ti. Un día para deslizarse por él, deseando que llegue la noche y el sueño por fin me encuentre.

El cuerpo se adapta, la mente aprende e inventa, el mundo gira y gira sin parar, pero el corazón, ay amor mío, el corazón no deja nunca de sangrar, no sabe curarse, no sabe olvidar, es incapaz de perdonar tu ausencia, es incapaz de mirar a otro lado que no sea ese inmenso vacío que es tu ausencia. El corazón es fiel a si mismo y a su amor, no cambia, ni evoluciona, pero tampoco deja traslucir su daño, de eso ya se encarga cuerpo y mente.

Un año y 8 horas, un tiempo interminable, una tragedia impensable e inabarcable y sin embargo 365 días y 8 horas después el mundo sigue su camino, sin haberse desviado un mm de su trayectoria, de sus funciones, de sus quehaceres, tu paso por la vida es muy difícil de medir, de cuantificar, no hay medida para algo tan básico y tan esencial, hasta la fuerza tiene una medida, pero tu paso por mi vida no se puede expresar nada mas que en felicidad, pero no es cuantificable.

Aun así, 30 años juntos, 30 años de felicidad, inmersa en la cotidianeidad de unas vidas simples y sin ambiciones o grandes logros, bien merecen 1000 años de tormento, incluso cuando no he sabido disfrutar de toda esa felicidad como debería haberlo hecho. Pagaré el precio, sin dudarlo.

Hoy, mi primer año sin ti, tu primer año de no existencia, nuestro primer año de separación, la peor experiencia que se puede vivir ¿y sabes qué?, no pasa nada, nada ha cambiado, porcentualmente el cambio que se ha producido es despreciable a efectos estadísticos, tu ausencia no ha causado apenas bajas, el entorno no se ha visto afectado, el PIB no se ha tambaleado, ni siquiera yo he dejado de producir, el daño ha sido una pequeña explosión de corto alcance, una pequeña onda en un inmenso océano.

Es tan triste pensar que así termina la vida de las personas, buenas y malas, con o sin familia, un pequeño paréntesis, un ruido ensordecedor pero efímero y ya está, hay que continuar ¿no?

No hay tiempo ni para maldecir la puta mala suerte, el destino de mierda o la asquerosa Parca, no, es una parada breve, y aunque te bajes en cuanto parpadeas ya estas de nuevo en marcha.

Es tan difícil sacar toda esta oscuridad, todo este veneno corrosivo, no hay máquinas de diálisis para esto, o si, aunque no sean mecánicas, pero quien es capaz de conectarse a ellas para permitir que te limpien, quien sabe cómo se debe uno conectar, o simplemente donde está el maldito botón de start.

No, hoy hace un año y no hay nada que conmemorar, la vida se vuelve muy difícil, la pendiente aumenta y es mas costoso el camino, pero hay algo que te dopa y te permite afrontar cada dificultad que se suma, ¿otro tropiezo? Pues otro chute, ¿estas cansado?, no te preocupes en breve llega la noche, ¿no quieres levantarte a la mañana siguiente? No hay problema aquí tienes tu plan de trabajo, apretado, para que no pienses.

Hay algo que provee, que se anticipa a tus movimientos o que está sumamente alerta, dispuesto a actuar, el espectáculo debe continuar y no hay nada que impida que continúe, solo la muerte prevalece sobre la vida ¿no?

Hoy, ahora, deberíamos estar camino de la piscina, agradecidos de esquivar el coronavirus, alegres de estar juntos, de superar con buena nota la hazaña de la existencia, pero no, hoy, ahora, solo intento vaciar este recipiente de la amargura que lo desborda, porque hoy hace un año que partiste, sola, a un lugar sin retorno y hoy, cuando nos reunamos todos, habrá que rememorarlo, revitalizarlo, regarlo y abonarlo, hoy será un día catártico, o quizás no, quizás solo sea un día triste y gris, de caras largas y corazones compungidos, reunidos todos en un mismo lugar, recordándote con o sin alegría, pero rindiendo un tributo a lo mas hermoso de la vida: las personas que amamos y que ya partieron.

Bueno amor mío, me gustaría pensar que me oyes, que te sientes orgullosa de mí, que al menos no te decepciono y con este intento de credulidad me despido hoy de ti.

 

Te amo mi niña. Mi princesa, mi amor.

 

 

 

Domingo 2 de agosto de 2020

 

Hoy habría sido un nuevo día de celebración familiar.

Hola amor mío, como cualquier otro día memorable, hoy hubiésemos ido a comer al Foster o al Pizzaiolo, tus lugares favoritos para celebraciones, porque hoy habríamos disfrutado de la celebración de tu santo, igual que, aun consumida por la enfermedad, celebramos tu santo el año pasado, sin saber que estábamos a 8 días de tu último adiós.

Sí, hoy habría sido una bonita celebración de amor y felicidad, estoy seguro de ello, completamente.

Pero hoy, sólo he podido ir a visitarte, hacerlo bajo un calor insufrible, acercarme allí para ver la lápida que cubre y protege tus restos, pensar unos minutos en ti, en mí, en nosotros, lo que fuimos y lo que vivimos, intentar recordar cosas bonitas, visualizar tu rostro y tu sonrisa, mientras mi corazón volvía a descarnarse otra vez.

No comprendo aún esa atracción hacia este lugar. Pues tu no estas allí, tú ya moras para siempre en mí, tu santuario soy yo, lo que queda de ti esta casi todo en éste que fue el hombre más feliz que pudiera existir.

Aun así, no puedo resistirme, me siento llamado a tu lado, las fechas importantes me conminan a peregrinar a tu sepultura, rendir un tributo innecesario pero obligatorio, un mandato imposible de desobedecer, doloroso pero necesario.

El tiempo transcurre lento pero inexorable, las obligaciones crecen y las sensaciones desaparecen, muy poco a poco todo se diluye, se difumina y pierde forma, color y esencia.

Es insoportable, seguir en todo esto para nada, es como intentar vaciar el mar echando el agua a la arena de la orilla, una labor tan titánica como inútil, esto es mi presente, mis pies enterrados en la orilla, inclinado con un cubo en la mano, intentando completar semejante labor.

¡¡¡Es tan inútil mi existencia!!!

El otro día miraba la postal que te envié, antes de toda esta odisea, en la que había incluido varias fotos tuyas con cada uno de nosotros, con un texto tan cierto como premonitorio

“tú eres el elemento que unes todas las figuras de estas fotografías”

A pesar de mi ceguera ante tantos miles de cosas, lo tenía claro, solo tú tenías la capacidad de mantener unida esta familia, tú eras el ingrediente secreto de esta receta. Sin ti ya no queda nada.

 

Te quiero mi princesa, mi niña, mi amor

 

Postal