Hola Amor mío, un día más en el paraíso.
Hoy, uno de esos días tontos, uno de tantos días en los que sólo pienso, en lo perdido, en lo irrecuperable, en el verdadero valor de la existencia, en el sentido mismo de la vida.
Un nuevo y tonto día, en el que no hay espacio para los bonitos recuerdos, ni para rememorar la belleza de nuestra vida en común, ni sonreír con nostalgia reviviendo buenos y agradables momentos de mas de 30 años juntos.
No, hoy no es un buen día, hoy no es otro día en nuestro hogar, juntos y alegres, quizás cansados, agotados o frustrados, pero felices de estar juntos una noche más.
No, hoy sólo es un lúgubre día más, un día mas en el que desear que hayan transcurrido ya 10 años desde tu partida, 10 años después, una buena fecha para ser libre, para terminar con todo, para, por fin, haber saldado todas las cuentas, haber equilibrado todos los balances, honrar a quienes te han amado durante tanto tiempo y despedirme en paz.
Hoy, atado como cada día, pienso una vez más en mi situación, en la de tanta gente que como yo, solo ve dolor y oscuridad, o quizás no tantos, porque seguramente haya quien cuente con suficiente ayuda o simplemente sea más fuerte o menos pusilánime que yo, gente que, aunque arduamente, encuentra un motivo para continuar, algo por lo que levantarse cada mañana, ilusionante, agradable, deseable, lazos que lo unan, sujeten y vinculen a una existencia sin el amor de su vida.
Hoy me siento (y cualquiera podría decir que es incomparable) como aquellos pobres africanos, arrancados en mitad de la noche de sus hogares, sacudidos, golpeados con violencia y arrastrados lejos de todo lo que conocían, de todo lo que amaban, sin esperanza de volver, siendo esclavizados y humillados cada minuto de su posterior vida.
Hoy comprendo mucho más de lo que jamás pensé que se podría percibir o vislumbrar de las personas, de su universo de realidades, sentimientos y deseos; no es un conocimiento bonito, ver desde una posición casi imparcial (o justo lo contrario) observar y analizar gratuitamente y sin interés todo lo que te rodea, desposeyéndolo de todo artificio y filtro, es nauseabundo.
Que pequeño porcentaje de los que nos rodean son “buena” gente, que pocos son generosos y honrados, entregados sin reservas y sufridores de los males de los demás, somos seres execrables, anulados por el gregarismo y la industria mundial.
Que valioso conocer y compartir con aquellos afortunados que no atienden a modas, que no entienden de tendencias, ni se dejan llevar por la mayoría, aquellos libres de ataduras artificiales y subyugantes, que nos convierten en ganado, en grandes rebaños temáticos.
No, hoy no es un buen día, cualquier día sin ti es un mal día, incluso aquellos en los que apenas dispongo de espacio para tenerte cerca, los que apenas te traen a mi unos minutos de cada hora, ni siquiera en los que el dolor apenas me atenaza unos minutos por la noche antes de caer rendido son buenos días, tampoco lo son aquellos en los que tienes algunos minutos de buena compañía, unos ratitos de abstracción, unos minutillos de frágil y efímera pseudofelicidad.
No, ya no quedan días buenos, los consumimos todos juntos, incluso cuando lavaba tu cuerpo maltrecho cada atardecer, cuando desprendía tu cabello caído de los gorros que usabas a diario, incluso escuchar quejarte del dolor aun como lo hacías como si fuese una pequeña molestia, o pedirme que te diese otra dosis de calmantes, todas esas situaciones eran mil veces mejor que cada día insípido e inhumado que se suceden desde tu rendición. Cada minuto de dolor compartido, sabiendo el final por llegar, era un minuto precioso, digno de ser vivido una y un millón de veces, tu sola compañía era el dulce néctar de la existencia, incluso en los peores momentos.
No, ya no queda ni un solo minuto glorioso, cualquier logro ya carece de valor, de identidad, son hechos sobrevenidos, independientes al esfuerzo invertido, por que todo es fruto de la obligación, sin nada de pasión, deseo o excitación.
Aunque… si merece la pena, mirar tus fotografías, ver aquellos escasos vídeos en que apareces o escuchar tu voz de fondo como banda sonora a eventos en los que tu no eras la protagonista. Que mal director fui, pensar que eras un personaje secundario durante tantos años y eras el personaje principal, la trama y el argumento.
Hoy, hoy es un nuevo día, para sentarme afligido a escribir sandeces, a vaciarme ante el ordenador y rendirme una vez más públicamente, porque a pesar de todo, todos necesitamos que nos escuchen, que entiendan de dónde vienen nuestros sentimientos, necesitamos que comprendan por qué tomamos las decisiones que adoptamos, por qué nos comportamos como lo hacemos. O al menos así lo percibo en mí.
Todo es revelador y nada sirve de nada, me doy cuenta de que me comporto como una víctima, pero… acaso importa, acaso ¿no todos somos víctimas de casi todo?, en tanto que la mayoría de los hechos que nos rodean ocurren al margen de nuestros deseos o necesidades, algunas veces en nuestro beneficio, pero una mayor parte en nuestro detrimento ¿es malo sentirse así, no es legal o racional?
Hoy no sé con quién hablo, no sé si lo hago conmigo, contigo o con las 2 o tres personas que quizás lean los desvaríos de un viejo solitario y algo chiflado.
Ojalá pudiese hablar sin llorar, poder liberarme de viva voz, pero en cuanto hablo de mis sentimientos me rompo y enmudezco, no soy como esos actores que sueltan su parrafada en mitad de un llanto torrencial, a mi la voz no me sale, quizás sea el motivo para escribir estos pensamientos que me acosan a cada momento.
Pero, en fin, hoy, hoy es un día más en el paraíso, un buen día para sufrir el acoso de la soledad y la amargura de la incomprensión. Hoy el flagelo de las letras vuelve a ser liberador, aunque no haya coherencia ni sabiduría alguna en ellas, solo una vía de escape a la presión, una válvula en una olla rápida en ebullición, algo que impide una explosión de fatal desenlace.
No, hoy no hay nada bonito, nada que me ayude a sobrellevar este vacío que tanto pesa, hoy no hay apoyo posible para este muro que se derrumba.
La ayuda está siempre cerca, pero no lo suficiente.
Amor mío, pronto hará un año desde que te fuiste. ¿y qué? Que importan unos números y unas letras en un calendario… cada día debe ser el día de algo ¿no? En cada día debe habitar alguna conmemoración, si no olvidamos el verdadero sentido de la vida, es necesario jalonar ese camino para no perdernos, aunque sea con esos recordatorios de lo importante, marcados en un calendario porque si no caen en el olvido, ¡estamos tan atareados!
¡Tengo tanto que hacer y tan pocas fuerzas para hacerlo!
Prefiero malgastar mi tarde, aquí, frente a ti, a tu lado, juntos, sin vernos, sin hablarnos, sin tocarnos, pero sintiéndonos, porque este dolor, este inmenso y enorme vacío, esta amargura es en lo que se convierte el amor cuando quién lo recibía ya no está, el amor muta, cambia, se metamorfosea o simplemente se pudre y hasta que no se restaura, por la comprensión, la asunción, la aceptación, quizás el olvido, no vuelve a ser algo maravilloso, digno de revivir, de recordar, ya que no de sustituir.
Es hora de irse, de activarse, de recuperar el movimiento, la noche será dura de nuevo, hay que prepararse, hay que agotarse, acabar indefenso pero sereno, para aceptarla una vez más y reiniciar el bucle, dar paso a un nuevo día. Un día más en el paraíso.
Te amo mi niña, mi princesa, mi amor.
