25 de junio de 2020

Hola Amor mío, un día más en el paraíso.

Hoy, uno de esos días tontos, uno de tantos días en los que sólo pienso, en lo perdido, en lo irrecuperable, en el verdadero valor de la existencia, en el sentido mismo de la vida.

Un nuevo y tonto día, en el que no hay espacio para los bonitos recuerdos, ni para rememorar la belleza de nuestra vida en común, ni sonreír con nostalgia reviviendo buenos y agradables momentos de mas de 30 años juntos.

No, hoy no es un buen día, hoy no es otro día en nuestro hogar, juntos y alegres, quizás cansados, agotados o frustrados, pero felices de estar juntos una noche más.

No, hoy sólo es un lúgubre día más, un día mas en el que desear que hayan transcurrido ya 10 años desde tu partida, 10 años después, una buena fecha para ser libre, para terminar con todo, para, por fin, haber saldado todas las cuentas, haber equilibrado todos los balances, honrar a quienes te han amado durante tanto tiempo y despedirme en paz.

Hoy, atado como cada día, pienso una vez más en mi situación, en la de tanta gente que como yo, solo ve dolor y oscuridad, o quizás no tantos, porque seguramente haya quien cuente con suficiente ayuda o simplemente sea más fuerte o menos pusilánime que yo, gente que, aunque arduamente, encuentra un motivo para continuar, algo por lo que levantarse cada mañana, ilusionante, agradable, deseable, lazos que lo unan, sujeten y vinculen a una existencia sin el amor de su vida.

Hoy me siento (y cualquiera podría decir que es incomparable) como aquellos pobres africanos, arrancados en mitad de la noche de sus hogares, sacudidos, golpeados con violencia y arrastrados lejos de todo lo que conocían, de todo lo que amaban, sin esperanza de volver, siendo esclavizados y humillados cada minuto de su posterior vida.

Hoy comprendo mucho más de  lo que jamás pensé que se podría percibir o vislumbrar de las personas, de su universo de realidades, sentimientos y deseos; no es un conocimiento bonito, ver desde una posición casi imparcial (o justo lo contrario) observar y analizar gratuitamente y sin interés todo lo que te rodea, desposeyéndolo de todo artificio y filtro, es nauseabundo.

Que pequeño porcentaje de los que nos rodean son “buena” gente, que pocos son generosos y honrados, entregados sin reservas y sufridores de los males de los demás, somos seres execrables, anulados por el gregarismo y la industria mundial.

Que valioso conocer y compartir con aquellos afortunados que no atienden a modas, que no entienden de tendencias, ni se dejan llevar por la mayoría, aquellos libres de ataduras artificiales y subyugantes, que nos convierten en ganado, en grandes rebaños temáticos.

No, hoy no es un buen día, cualquier día sin ti es un mal día, incluso aquellos en los que apenas dispongo de espacio para tenerte cerca, los que apenas te traen a mi unos minutos de cada hora, ni siquiera en los que el dolor apenas me atenaza unos minutos por la noche antes de caer rendido son buenos días, tampoco lo son aquellos en los que tienes algunos minutos de buena compañía, unos ratitos de abstracción, unos minutillos de frágil y efímera pseudofelicidad.

No, ya no quedan días buenos, los consumimos todos juntos, incluso cuando lavaba tu cuerpo maltrecho cada atardecer, cuando desprendía tu cabello caído de los gorros que usabas a diario, incluso escuchar quejarte del dolor aun como lo hacías como si fuese una pequeña molestia, o pedirme que te diese otra dosis de calmantes, todas esas situaciones eran mil veces mejor que cada día insípido e inhumado que se suceden desde tu rendición. Cada minuto de dolor compartido, sabiendo el final por llegar, era un minuto precioso, digno de ser vivido una y un millón de veces, tu sola compañía era el dulce néctar de la existencia, incluso en los peores momentos.

No, ya no queda ni un solo minuto glorioso, cualquier logro ya carece de valor, de identidad, son hechos sobrevenidos, independientes al esfuerzo invertido, por que todo es fruto de la obligación, sin nada de pasión, deseo o excitación.

Aunque… si merece la pena, mirar tus fotografías, ver aquellos escasos vídeos en que apareces o escuchar tu voz de fondo como banda sonora a eventos en los que tu no eras la protagonista. Que mal director fui, pensar que eras un personaje secundario durante tantos años y eras el personaje principal, la trama y el argumento.

Hoy, hoy es un nuevo día, para sentarme afligido a escribir sandeces, a vaciarme ante el ordenador y rendirme una vez más públicamente, porque a pesar de todo, todos necesitamos que nos escuchen, que entiendan de dónde vienen nuestros sentimientos, necesitamos que comprendan por qué tomamos las decisiones que adoptamos, por qué nos comportamos como lo hacemos. O al menos así lo percibo en mí.

Todo es revelador y nada sirve de nada, me doy cuenta de que me comporto como una víctima, pero… acaso importa, acaso ¿no todos somos víctimas de casi todo?, en tanto que la mayoría de los hechos que nos rodean ocurren al margen de nuestros deseos o necesidades, algunas veces en nuestro beneficio, pero una mayor parte en nuestro detrimento ¿es malo sentirse así, no es legal o racional?

Hoy no sé con quién hablo, no sé si lo hago conmigo, contigo o con las 2 o tres personas que quizás lean los desvaríos de un viejo solitario y algo chiflado.

Ojalá pudiese hablar sin llorar, poder liberarme de viva voz, pero en cuanto hablo de mis sentimientos me rompo y enmudezco, no soy como esos actores que sueltan su parrafada en mitad de un llanto torrencial, a mi la voz no me sale, quizás sea el motivo para escribir estos pensamientos que me acosan a cada momento.

Pero, en fin, hoy, hoy es un día más en el paraíso, un buen día para sufrir el acoso de la soledad y la amargura de la incomprensión. Hoy el flagelo de las letras vuelve a ser liberador, aunque no haya coherencia ni sabiduría alguna en ellas, solo una vía de escape a la presión, una válvula en una olla rápida en ebullición, algo que impide una explosión de fatal desenlace.

No, hoy no hay nada bonito, nada que me ayude a sobrellevar este vacío que tanto pesa, hoy no hay apoyo posible para este muro que se derrumba.

La ayuda está siempre cerca, pero no lo suficiente.

Amor mío, pronto hará un año desde que te fuiste. ¿y qué? Que importan unos números y unas letras en un calendario… cada día debe ser el día de algo ¿no? En cada día debe habitar alguna conmemoración, si no olvidamos el verdadero sentido de la vida, es necesario jalonar ese camino para no perdernos, aunque sea con esos recordatorios de lo importante, marcados en un calendario porque si no caen en el olvido, ¡estamos tan atareados!

¡Tengo tanto que hacer y tan pocas fuerzas para hacerlo!

Prefiero malgastar mi tarde, aquí, frente a ti, a tu lado, juntos, sin vernos, sin hablarnos, sin tocarnos, pero sintiéndonos, porque este dolor, este inmenso y enorme vacío, esta amargura es en lo que se convierte el amor cuando quién lo recibía ya no está, el amor muta, cambia, se metamorfosea o simplemente se pudre y hasta que no se restaura, por la comprensión, la asunción, la aceptación, quizás el olvido, no vuelve a ser algo maravilloso, digno de revivir, de recordar, ya que no de sustituir.

Es hora de irse, de activarse, de recuperar el movimiento, la noche será dura de nuevo, hay que prepararse, hay que agotarse, acabar indefenso pero sereno, para aceptarla una vez más y reiniciar el bucle, dar paso a un nuevo día. Un día más en el paraíso.

Te amo mi niña, mi princesa, mi amor.

 

 

 

Miércoles 10 de junio de 2020

Pronto iré a verte

Hola amor mío, mi preciosa niña.

Hoy he querido pasar a verte, estar un rato contigo, escribir algo en tu nueva morada, en este pequeño callejón del olvido.

No he podido pasar, aún no han autorizado la apertura del camposanto, me voy algo mas triste de lo que vine, porque aunque hoy no había nada que celebrar, el que se cumplan 10 meses desde tu partida, era una buena excusa para situarme frente a ti y estar un ratito juntos, compartir unos minutos y garrapatear unas líneas amargas e ininteligibles, pero, aun así, lo deseaba.

Esta maldita pandemia, nos aísla aún más, aumenta más si cabe la distancia que nos separa a ambos lados de la lápida.

Deseo tanto recordar todo lo bueno que vivimos, agradecer cada minuto que me dedicaste, que me hiciste feliz con tu alegría, tu inocencia, tu belleza y tu generosidad.

Noto como se van desvaneciendo esas imágenes que representaban y fijaban todos esos momentos de felicidad y amor, por suerte si que perduran las sensaciones, el pleno convencimiento de que nuestra vida era así, era eso, felicidad y amor, una vida plena, serena y tranquila.

Cambiaste por mi causa, acompasaste tu ritmo al mío, te volviste serena, cotidiana y casera, te satisfacía quedarte en casa, aunque también disfrutabas saliendo, pero ya no era un anhelo como el que tenías en tu juventud, lo hiciste por mí, por ti, quizás por los dos, o simplemente descubriste placer en ello y decidiste vivir así. No lo sé, pero si sé que el resultado fue todo lo que yo deseaba, tu compañía, sin prisas, sin algarabías, sin agobios, estar juntos el máximo tiempo posible, vivir de la mano, como en nuestros largos paseos.  

¡¡¡La vida fue bella, tu compañía lo propiciaba, como podríamos prever que con solo 50 años la abandonarías!!!

Hoy me gustaría celebrar que era martes, que volvía a casa, entrar a la cocina y verte de espaldas preparando la comida y mirando tu concurso preferido en la tele, a veces con una cerveza, pero siempre, siempre alegre, te girabas con brillo en los ojos y una sonrisa en los labios y me decías “papi ¿y mi beso?” con ese tonito petulante que le dabas a tu alegre vocecilla, me encantaba oírte decirlo, lo esperaba, era el saludo perfecto, el puente a la felicidad y provocaba mi respuesta que también era la misma cada día, “será mi beso, porque el beso es para el que llega de trabajar”, acto seguido me acercaba a ti y según tuvieses de ocupadas las manos, te besaba el cuello o la mejilla, donde más te pudiese molestar.

¡¡¡Aquello era algo maravilloso, así daba gusto volver a casa!!!

Te echo tanto de menos, me faltan tantas cosas…

Una vida sin ti no es una vida, pero… Debo seguir, debo honrar tu recuerdo, tu dedicación, tu fortaleza, si tu fuiste capaz de vivir tus últimas semanas sin quejarte, yo ya he agotado mis posibilidades de queja, lo que padeciste y como lo padeciste no se puede calificar de ninguna forma, al menos yo no tengo palabras para describir una entereza y una capacidad de absorción de adversidades como demostraste tener tú.

Debí hacer muchas cosas, que no hice, pensar de otra forma, ser mas valiente y menos iluso, no pude hacerlo, pero ya no hay marcha atrás, he de dejar de lamentarme por ese tipo de cosas, aunque estén acosándome continuamente, tu cogiste las riendas de la situación y fuiste la guía en este tortuoso viaje. Ahora me alegro de que todo terminase, de que mantuvieses la esperanza, no sé hasta cuando, pero quizás (deseo pensarlo) te mantuve engañada hasta la ultima semana, me consuela pensarlo aunque quizás sea una quimera y tu lo tuvieses claro desde mucho antes, pero no diste indicios de desesperación, te comportabas casi con normalidad (como era posible) anhelando recuperar tus labores, haciendo muchas cosas a hurtadillas, peleabas contra esa puta enfermedad, consciente o inconscientemente, pero no soltaste la vida hasta que ella te abandonó.

Hermosa en tu vida y hermosa en tu muerte, eso era tu esencia.

Pronto iré a verte amor mío, aunque tu no puedas verme, aunque yo no pueda verte, aunque no me oigas, aunque no te hable, aunque nuestras miradas no se crucen, pronto iré a verte.

Te quiero mi niña, mi princesa, mi amor.