Sábado 7 de marzo de 2020

Comprensión, asunción y aceptación.

Hola amor mío, llevo dos días totalmente agotado, desesperado, abatido y sumido en la peor crisis que he pasado nunca. Dos días en los que la única razón para vivir eran tus hijos, dos días en los que la muerte rondaba continuamente mi cabeza y mi ánimo. Dos días interminables como lo son todos desde tu partida, pero al final dos días de reflexión, tumbado en nuestra cama, en la oscuridad de nuestra habitación.

Han pasado ya 7 meses desde tu fallecimiento, 7 meses infernales. He intentado mantenerme activo, realizando todo tipo de actividades desde que me levanto hasta que caigo rendido por la noche, sin descanso, sin tregua, para llegar agotado físicamente y poder dormir algunas horas, únicamente para poder afrontar el día por venir. Así todos los días de lunes a domingo, mes a mes. Pero el agotamiento ya no solo llega al final del día, ya me siento agostado cada minuto que estoy despierto, me encuentro consumido y aunque no me falta energía para continuar, cada vez me cuesta más trabajo realizar cualquier tarea, me voy ralentizando, disminuye mi velocidad y mis reflejos, a la par que sigue disminuyendo mi motivación para afrontar cada día

La soledad me acosa y gana terreno, necesito compañía, pero no la tolero, deseo pedir ayuda, pero soy incapaz de hacerlo. Vivo en una eterna dicotomía, continuamente en la incoherencia, haciendo una y otra vez lo contrario de lo que deseo o necesito.

Falta una semana para tu cumpleaños y llevo ya muchos días con miedo a esa fecha, no se como podré afrontarla, no veo como terminaré el día.

Creo que he llegado a una encrucijada y he de tomar al fin una decisión, solo hay dos opciones

  • Sucumbir y acabar con todo o
  • Continuar, cambiar a pesar de todo, obligarme a retomar una vida que ni quiero ni me apetece, con todas las consecuencias que ello implica, recuperar a la fuerza las ganas de vivir o lo más parecido que se pueda alcanzar, intentar pasar página, de cara al exterior porque de otra forma es imposible, pero sí de comportamiento aunque no de pensamiento, afrontando cada día como si una persona completa fuese, como si la vida fuese un regalo, un don, algo deseable, volver a ponerme una máscara y vivir.

He de tomar una decisión y me faltan las fuerzas para hacerlo, pero aún así debo hacerlo, con o sin fuerzas, con o sin ganas, incluso quitándome de la ecuación.

Tengo claro lo que tú habrías hecho, pero tú eras fuerte, muy fuerte para un cuerpo tan pequeño y delicado. Yo, en cambio, siempre he sido el débil, siempre he necesitado tu apoyo y ahora he de asumir toda esta responsabilidad solo, en todos los sentidos y con todas sus consecuencias.

Hoy amor mío, hoy te ofrezco el único regalo de cumpleaños que estoy seguro que te gustaría recibir, hoy amor mío, he tomado la decisión de continuar, de buscar un refugio en el que poder sacar mi dolor en soledad, retomaré nuestra vida, donde la dejamos, en enero de 2019, antes del diagnóstico de tu enfermedad, donde la vida era plena y la felicidad era nuestro día a día, te prometo que lucharé por este nuevo objetivo con todo lo que me queda. Por ti, por mí, por nuestros hijos.

Hoy amor mío, sufriré el tercer cambio en dos años, cogeré este cuerpo vacío y lo llenaré de cotidianeidad, de cosas simples y sencillas, intentaré vivir, disfrutar de la familia y amigos, me incorporaré poco a poco al cauce de la existencia y te amaré y recordaré por encima de todas las cosas, pero lucharé contra el deseo de unirme a ti.

Hoy amor mío, me comportaré como lo harías tú, situando en el horizonte el bienestar de tu familia.

Hoy por fin amor mío, comprendo y acepto que la vida continúa a pesar de tu marcha y que debo ser fuerte y afrontar todo lo que el destino depare, aunque deba invertir todas mis fuerzas en ello, aunque tú, la que diste sentido a mi vida, ya no estés.

TE QUIERO MI NIÑA, MI PRINCESA, MI AMOR.